SOLO EN EL CARIBE

Desde el primer mornento en que llegué solo a América, tuve una cosa muy clara: toda esa experiencia no se iba a quedar en mis recuerdos. No sabía ni cuándo ni cómo la iba a compartir, pero estaba convencido de que no sería una simple historia de batallitas que el abuelo cuenta a sus nietos para entretenerlos…

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Descripción

Desde el primer mornento en que llegué solo a América, tuve una cosa muy clara: toda esa experiencia no se iba a quedar en mis recuerdos. No sabía ni cuándo ni cómo la iba a compartir, pero estaba convencido de que no sería una simple historia de batallitas que el abuelo cuenta a sus nietos para entretenerlos.

Las historias que comparto no solo las esbozan mis recuerdos, sino que también las notas que apunté en cualquier folleto que encontré y las fotografías que tomé con mi máquina de casi un kilo, las cuales revelaba cada vez que llegábamos a un puerto fiable. A pesar de que me llamasen «el viejo», durante esos días de postfranquismo, para mí era increíble poder explicar a través de las imágenes todo lo que había visto. La vida me estaba dando una oportunidad y la estaba aprovechando. Eso sí, cada veo que apretaba el botón para sacar una foto, mi mente se conectaba a través de un hilo invisible a mi familia. Quería que la foto no se limitara a ser, simplemente, tinta grabada sobre papel, sino que esa tinta también quedara grabada en la mente de aquellas personas que más quería y echaba en falta

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